Recientemente hemos recibido la noticia de la publicación del libro "Veraneo en Villarrubia de los Ojos del Guadiana", escrito por Matías Manuel Soria Fernández Mayoralas, Magistrado de la Audiencia Provincial de Murcia desde hace más de 30 años.
En el libro se hacen referencias al conocimiento ganadero tradicional de Villarrubia de los Ojos; nos permitimos la licencia de relatar las menciones expresas por su interés para los amantes de la conservación de variedad racial jijona.
Agradecemos al autor los datos que aporta, dejándolo por escrito y que vienen a corresponderse con otros testimonios de colaboradores locales que aportan su conocimiento ganadero tradicional. También se agradecen las citas de los lugares que tienen alguna conexión con la cría de bovino en Villarrubia de los Ojos y que van formando parte de la Ruta del Toro Jijón.
En el capítulo 5 titulado "Costumbres", cuando el el protagonista y autor relata la visita al palacio de los Sánchez Jijón en la que vivía un familiar al que visitaban regularmente se cita:
Se contaba que por estas tierras se había criado la casta de reses bravas Jijona, una de las más antiguas de España y de la que han derivado otras, aunque ya no se conservaba ninguna ganadería de reses bravas en la zona. Tampoco en otros lugares hay ganaderías con el cien por cien de la casta Jijona, aunque si mezclada con otras castas en alguna de las ganaderías actuales, como la de Montalvo o Baltasar Iban, yo siempre he creído verla al contemplar en las corridas un toro grande de color canela.
En el capítulo 6 dedicado a la finca "Fuente Macho" el autor menciona:
Recuerdo haber visto pasar, por el camino de Malagón junto a la casa una punta de reses bravas conducida por el mayoral y sus ayudantes montados a caballo con la garrocha bajo el brazo, camino de alguna plaza de toros para su lidia. Aunque ya habían empezado a trasladar en camiones las corridas, todavía se podía ver trasladar la corrida desde la finca dónde se habían criado, al pueblo donde serían lidiadas, al estilo antiguo, andando a través de las veredas, guiadas por sus cuidadores a caballo.
En este mismo capítulo se menciona el "Ojo de la vaca"
Salíamos de paseo la familia completa con mi madre y los pequeños, a veces llegábamos hasta una finca cercana, que tenía un ojo llamado el ojo de la vaca, pues se decía que en él había caído una vaca y había desaparecido en su interior, lo que nos producía un gran respeto y nos asomábamos al ojo a distancia, y de la que recuerdo que al final del verano, al estar vacía, se agrupaban cientos de tordos en su tejado, preparándose para su emigración anual.
En el capítulo 7 dedicado a la Feria, describe las corridas de toros de la época:
Se celebraban fiestas de toros, más bien novillos, la plaza se montaba y desmontaba artesanalmente en un amplio corral que había a la salida del pueblo hacía Daimiel, con carros y remolques formando un círculo, con tablones de madera atados, yo acudí un par de veces porque entonces no estaba prohibido a los menores asistir a los toros, y porque me llevó mi tío Paco Zamora, comprábamos una torta de pipas de girasol en uno de los muchos puestos de venta que había a la entrada, forma esta de comer pipas, extrayéndolas directamente crudas de la torta , que yo desconocía, ni siquiera había visto antes una torta de girasol, aunque si las había comido mucho tostadas con sal. Además de las novilladas, se celebraba una charlotada, que tenía gran aceptación, consiste en torear una vaquilla por unos enanos vestidos de torero que hacían de mozos de espada, y un señor vestido de Charlot o de Cantinflas hacía de matador, buscando hacer reír a los espectadores, todo ello amenizado por la banda de música tocando pasodobles sin cesar, que es lo que le gustaba a la gente.