De Federico Valero Cano tengo referencias desde que se publicara en la revista Terralia el último capítulo, de los 29 que escribiera Joaquín Monfil, dedicados al Toro Jijón, en el número 53 correspondiente a octubre de 2005. Expresamente lo citaba en el epílogo dedicado a los ganaderos manchegos, como gran conocedor y defensor a ultranza de la Casta Jijona.
Federico Valero Cano
En octubre de 2007 tras la fundación de la Iniciativa para la conservación del Toro Jijón, Yolanda Fernández Fernández-Cuesta (miembro de la Asociación El Toro de Madrid, Catedrática de Historia y una gran apasionada de la tauromaquia universal) que tuvo noticias de nuestra iniciativa, contactó conmigo para ofrecer su colaboración y apoyo. Yolanda me facilitó el contacto de Federico por considerarlo precursor de la defensa de la raza manchega de vacuno. Al poco tiempo nos pusimos al habla, desde entonces hemos mantenido conversaciones, algún encuentro, no tantos como nos gustaría, y siempre hemos querido estar cerca, ya que militamos en esa defensa de la Casta Jijona.
Entre los muchos méritos que acreditan a Federico como defensor de la tauromaquia, se encuentra el de la lucha contra el olvido de la importancia de la tradición ganadera. El problema no es que se abandonen las tradiciones, es que decaigan sus defensores.
Para nuestra iniciativa de conservación, resulta de interés perpetuar el conocimiento que nos han transmitido personas como Federico.
Federico ha tenido a bien, compartir el texto de la conferencia que pronunció a la Asociación "El Toro de Madrid" el 22 de enero de 2003. También comparte una fotografía de dicho evento que publicamos seguidamente. Es todo un documento porque describe la causa que genera el olvido oficial al que se condena la variedad racial manchega e indaga sobre posibles soluciones. Esa causa oficial sigue en vigor, por lo que el clamor contra esa amnesia interesada para ciertos sectores, debe ser perseguida con la memoria permanente de la realidad que no debe olvidarse.
Vaya por delante nuestro agradecimiento por todos estos años de acompañamiento y de interés y le animamos a que siga sus trabajos de investigación de la Tauromaquia.
Sirva esta publicación como reconocimiento a la gran aportación que ha hecho Federico Valero Cano en la Defensa de la Casta Jijona.
Manolo Zamora.
Manolo Zamora.
Conferencia pronunciada en Madrid, el 22-1-2003, a la Asociación “El Toro de Madrid”,
en la Casa de Ceuta, c/ Londres, 43
Federico Valero Cano y Yolanda Fernández Fernández-Cuesta,enero 2003.
Muy buenas noches,
señoras y señores:
Quiero empezar
parodiando a Lope de Vega, cuando decía aquello “Un soneto me manda hacer
Violante. En mi vida me he visto en tal aprieto”, eso lo decía con ocasión del encargo que le hiciera una dama, al parecer de buen ver, para que
le escribiera una poesía.
Pues a mi me pasa
algo parecido. Una charla me piden los
amigos de la “Asociación el Toro de Madrid” y en esa misma idea, como charla entre amigos que comparten una
misma afición acepto, aunque justo es reconocerlo, vaya aprieto en que me
habéis metido. Debo honradamente
advertir, que ignoro las virtudes
que se me atribuyen, o el simple motivo por el que he sido elegido.
Desde luego no soy un gran orador, ni un gran escritor, ni tampoco un
poeta inspirado o laureado, ni un investigador insigne, soy solo un
aficionado. Por otro lado, aunque no
sea ya joven, tampoco soy lo suficientemente mayor como para tener grandes
recuerdos o jugosas anécdotas sobre el amplio mundo de los toros que ofrecer al
auditorio, aunque puedo afirmar, que a lo largo de mi vida si he presenciado
numerosos espectáculos taurinos, pero no obstante, estoy aquí esta noche, armado de valor, en la grata compañía de todas y todos
Vdes., miembros de esta Asociación, me
consta que de reconocida solera taurina, acompañado gratamente de familiares y amigos, cosa que agradezco de
veras.
Por consiguiente,
trataré de no defraudar a tan buena audiencia y, tras rezar en silencio una breve
oración en imaginaria capilla, inicio el paseíllo debidamente
desmonterado, como corresponde al
protocolo de ser nuevo en la plaza, haciéndome eco de aquella popular y taurina
frase “Que Dios reparta suerte”, así que agarro con decisión la muleta con la mano izquierda por el centro del
hipotético estaquillador para dar naturales con la palabra, pocos para no
cansar, siempre en corto y por derecho, sin utilizar el recurso del “pico”, con
la muleta adelantada y planchada, enganchando la embestida por delante, y
vaciándola por detrás de la cadera, pues
a tan docta audiencia no se le puede engañar utilizando faena de aliño o de alivio, y al final de la faena, si los méritos
pretendidos no permiten premiarla con triunfo, entonces no tendré mas remedio
que apelar a vuestra benevolencia para que al menos me permitáis dar una
simbólica vuelta al ruedo, que en estas circunstancias y con tan docta
audiencia, es todo un triunfo para mi,
os lo aseguro.
Una vez realizada
esta breve introducción, voy a dar comienzo al motivo que nos ha reunido hoy
aquí, que no es otro que formular todo un alegato que he titulado;
EN DEFENSA DE LA DEFENESTRADA CASTA DE TOROS
“JIJONES”
Y comienza así:
En
este complicado y variopinto mundo de los toros, surgen con demasiada
frecuencia, hechos o noticias, que resultan difíciles de explicar, pero todavía
resultan más difíciles de comprender,
pues ciertos acontecimientos que ocurren, en realidad se pergeñan y desarrollan como alguien quiere que sea, y
no como en lógica y estricta justicia debieran ser. Decía Luigui Pirandello, que “la vida
está llena de infinidad de absurdos, que
ni siquiera necesitan parecer verosímiles, para que puedan ser verdaderos”.
Viene todo esta a
cuento, porque en el B.O.E. nº 38 de fecha 13-2-2001, se publica el Real
Decreto 60/2001 del Ministerio del Interior, sobre Prototipo Racial de la Raza
Bovina de Lidia. De la lectura pausada
de su normativa, se desprenden una serie de reflexiones concernientes a ciertas
particularidades en él contenidas, que estimo merecen un amplio comentario, algo que
pretende este trabajo, siempre con el mejor criterio, pero desde luego sin
perder el horizonte de fuerte alegato que lo motiva.
Para entrar en materia, es necesario manifestar que
en ese R.D., se le da cobertura legal a
ciertas afirmaciones que creo son perfectamente opinables y discutibles, cuando
no rebatibles, pero vamos a centrarnos
en una de esas afirmaciones, motivo de nuestra absoluta disconformidad.
En ese R.D. se citan en su Articulo 3, incluido
dentro del Anexo I, las distintas castas que a su criterio, han dado origen al actual toro de
lidia. Estas “castas fundacionales” y en el mismo orden en que aparecen, son:
Cabrera, Gallardo, Navarra, Vazqueña y Vistahermosa. En el caso de
Vistahermosa, también se detallan los
distintos encastes y líneas que lo conforman.
Como claramente se puede apreciar, el R.D. introduce
modificaciones sustanciales con respecto a la relación o nominación que de
forma tradicional, venia figurando de
antiguo, pues de forma un tanto extraña,
se omite precisamente la Casta Jijona.
Es necesario dejar muy claro, que no tengo nada en
contra de ninguna de las otras castas, pero en lo que no podemos estar de
acuerdo, es en que resulte defenestrada y de forma Oficial, precisamente la Casta Jijona, que de antiguo estaba reconocida y tácitamente aceptada por todos los estamentos que entienden en el
tema, y nos parece un ultraje, acompañado de humillación y menosprecio, no solo
a la Casta Jijona, sino incluso a la propia provincia, y por ende, a la
propia Comunidad Autónoma.
Y digo esto, porque
si analizamos las zonas, o mejor aún, las Comunidades Autónomas donde ya desde
ahora y de manera oficial se sitúan y reunifican las ganaderías de “castas
fundacionales”, se aprecia un claro desequilibrio en favor de alguna con
respecto a otra, por decirlo mas claro, se fortalece y encumbra una comarca,
mientras otra – la nuestra - que además
estaba ahí, se la baja del pedestal y se la envía de un plumazo, al mayor de
los ostracismos y de los olvidos.
Es cierto que la cría
del toro de lidia en su origen, no tuvo en toda España la misma implantación ni
desarrollo, pero de eso a limitarlo solo a la zona sur de Andalucía y a
Navarra, resulta excesivo a todas luces, parece mas una burla que la cruda
realidad. Olvidar a los toros Jijones,
a todo el campo Salmantino, a los de la
Sierra Madrileña, a los vallisoletanos de Raso del Portillo e incluso a
ganaderías de Jaén, parece desprender un cierto hedor que resulta difícil de
respirar.
Es algo impensable,
que con la cantidad de festejos celebrados en el siglo XVIII en la Villa y
Corte, dándose la circunstancia de que en casi todos los casos se utilizaban en
esos festejos, un superior numero de
toros que ahora, y dada la cantidad de problemas e inconvenientes que
representaba su transporte, que todos
los animales procedieran de la baja Andalucía, bien de las vacadas sevillanas
de Cabrera, Vázquez, Vistahermosa, de la gaditana Gallardo, o por el contrario de origen Navarro, en
principio, parece mas una broma que la triste realidad.
Pero como en este
caso, resulta que la obviada, destronada y humillada es la Casta Jijona, voy a
tratar de demostrar con los escasos
medios de que dispongo, poniendo mas voluntad que acierto en el empeño y contando claro está
con mis propias limitaciones, pero eso si, poniendo el corazón en ello y
tratando de arrojar luz y poner orden, en el error o la injusticia que desde mi
punto de vista, arbitrariamente se comete.
Es generalmente
aceptado por los tratadistas consultados, que las ganaderías que se formaron
para criar toros bravos, no se empiezan
realmente a organizar hasta bien entrado el siglo XVIII. En el siglo XVII, se
pueden encontrar numerosas referencias de festejos taurinos, pero en esas épocas, existían los “abastecedores
de toros”, que eran normalmente carniceros que compraban toros para carne, y
los más agresivos que conseguían, los
guardaban y ofrecían para esta clase de espectáculos taurinos.
Sobre esas fechas,
se empiezan a obtener con cuentagotas y con cierta garantía de veracidad, datos
y noticias sobre la formación, composición e incluso selección de
ganaderías, pues comienzan a proliferar
esta clase de espectáculos. En el año
1776, don José Daza, se irroga la autoridad suficiente para empezar a acuñar
las características tipológicas de cada una de las castas, y según parece, con tantas dotes de acierto, que ha servido de base para la actual
configuración, claro está, hasta la aparición del famoso R.D. que en parte lo
modifica.
Nos dice Cossio,
que “la ganadería de Jijón, natural de Villarrubia de los Ojos del Guadiana
(C-Real), ya existía en poder de la
familia en el siglo XVII, pero la extensión de su fama a todas las plazas de
España, data del siglo XVIII, cuando don Miguel
Jijón en 1786 le da impulso. Tal fue
su popularidad, que “Jijones” se
llamaron los toros que competían
ventajosamente con las castas andaluzas, y “Jijona”
la pinta colorada encendida, que era característica de ella”, términos
también adoptados por el famoso cronista
Antonio Peña y Goñi.
Pero demos un paseo
por la raíz del tronco inicial de los Jijón. Según los trabajos que están a
mi alcance y he podido consultar, ya en 1598 a don Juan Sanchez-Jijón y Salcedo, se le conocían reses propias. En 1630, le sucede su hijo don Juan Sanchez-Jijón y Cervantes. Desde esas fechas no se
encuentran o por lo menos yo no he podido
encontrar noticias hasta 1684, año en el que aparece el nombre de Dª. Isabel Jijón-Gonzalez y Ortega, hija
según parece, de don Pedro
Jijón-Gonzalez y de Dª. María Ortega
Mora.
En 1693
se pueden encontrar los nombres de Juan y José
Sánchez-Jijón y Salcedo, al parecer, hijos de Dª. Isabel. De los dos hermanos
citados, uno de ellos concretamente don José, en el año 1724, aún no siendo tan
joven pues contaba 45 años de edad, se encarga de perpetuar la especie y
contrae matrimonio con la joven de Consuegra, Josefa de Torres y Valdés,
que cuenta con tan solo 20 años. El 25 de Julio de 1725, y tras feliz parto,
da a luz un niño al que bautizan con el nombre de José Antonio Pantaleon
Sánchez-Jijón Torres. En siguientes años, este mismo matrimonio,
traería al mundo otros tres hijos más, a los que bautizarán con los nombres Gregoria,
Manuel y Miguel Sebastian.
El otro
hermano don Juan, fallecerá soltero a los 82 años, pero pervive a su hermano y
tiene que actuar de tutor de sus sobrinos al fallecimiento de don José,
así que por ese motivo, tendremos que
volver a encontrarle en el relato.
Pero
continuemos. En el año 1734, fallecen
de sarampión y en el espacio de pocos días, Gregoria y Manuel. Pero como
las desgracias no vienen solas, víctima
del contagioso mal de la viruela que azota el pueblo de Villarrubia, el
3 de Marzo de 1735, fallece la madre Dª. Josefa
de Torres. Como consecuencia de su testamento, deja herederos universales a sus hijos don José Antonio Pantaleón y don Miguel Sebastián que quedan bajo la tutela de su padre.
Ocurre a veces, que
el destino es terco, y en esta ocasión debía estar así escrito, porque poco
tiempo duró la tutela paterna, pues el 1 de Junio de ese fatídico año para la
familia, dejaba de existir el padre, don José
Sanchez-Jijón. A su
fallecimiento, deja su herencia, y claro está los toros entre otros bienes, a sus dos hijos, don José Antonio y
don Miguel, que en esa fecha, contaban
respectivamente 10 años el mayor y 4 el menor, y quedan bajo la tutela de su
tío don Juan, que aún continua
soltero. Como medida de prevención,
queda debidamente estipulado que en el caso de que este faltare, deja nombrados
en concepto de cotutores, a don Hermenegildo Díaz Hidalgo de Villarrubia y a don Dionisio de Torres y
Figueroa, de la vecina localidad de Tembleque.
Por el inventario
que con tal motivo se levanta, tenemos conocimiento y constancia de la
composición de la ganadería, que en ese año de 1736, es la siguiente:
Vacas 223
Toros (49 toros, 30 utreros,
30 erales) 109
Cabestros 7
Eralas 30
Total cabezas 369
Puede decirse casi
con toda seguridad, que el inventario precedente es el más antiguo y fidedigno
que se conoce en toda la historia de las ganaderías fundacionales españolas.
Durante el tiempo
que ambos hermanos estuvieron bajo la tutela de su tío don Juan, eran todavía unos niños y como todos los niños tanto don José Antonio como don Miguel,
ese tiempo lo dedican a completar su formación cultural y personal.
El día 8 de Abril
de 1743, es decir, 7 años después, fallece su tío don Juan Sánchez-Jijón, y con ese luctuoso motivo, los cotutores no tienen mas remedio que empezar a ejercer
la tutela. En presencia del Notario y
abierto el testamento, deja instituidos por herederos a sus dos sobrinos. Como consecuencia el trabajo que de forma
inmediata tiene que hacer los cotutores consiste en realizar las providencias correspondientes de la
herencia, y entre ellas, un nuevo inventario actualizado con miras a efectuar
las hijuelas, para la partición del
cuantioso legado, inventario que se
efectúa en el mes de Mayo de ese mismo año y que arroja el siguiente resultado:
Vacas (de dos años arriba) 300
Toros (de eral para arriba) 140
Bueyes, incluidos las guías 16
Total cabezas 456
De la simple
comparación de cifras, se desprende que
la vacada se ha incrementado en 87 cabezas, y de ese aumento, 77 corresponden
a vacas de vientre, en tan solo 7 años, y además va siendo famosa
la ganadería.
Como dato curiosos,
creo conveniente dar a conocer la valoración que se les dio a los animales que
componían la ganadería, valores que
fueron los siguientes. Las vacas se
tasaron “unas con otras”, en 200 reales; los toros en 300 y los bueyes en 400.
Comprobada y comparada con la valoración
que se había dado en el año 1736, resulta ser coincidente, lo que nos viene a
decir que por entonces la palabra inflación no se conocía y por consiguiente,
el coste de la vida puede considerarse que estaba prácticamente estabilizado, y
los precios, se movían bastante menos que ahora.
Los cotutores,
además de administrar la hacienda, miran por el porvenir de sus protegidos, y
en ese sentido hacen las gestiones oportunas,
para que don José Antonio,
aún siendo todavía niño, ingrese en la Orden Militar de Calatrava, como
Caballero profeso. Ese simple acto, lo
que consigue en realidad, es fomentar e incentivar de manera inconsciente su orgullo
personal, lo que traerá consigo crear un
complejo de inferioridad en su propio hermano don Miguel, y esa no pretendida situación, trasciende al
pueblo, y creará insalvables problemas entre ambos.
La idea en
principio era seguir con los numerosos juicios, recursos y disputas que tuvieron durante casi toda su
vida tanto don José Antonio Pantaleon como don Miguel Sebastian que, por otro lado fueron durante un tiempo los grandes
impulsores de la ganadería, pero me temo que sean demasiadas fechas y
demasiados nombre y pueden cansar, cosa que no pretendo, por consiguiente
daremos un pequeño salto para situarnos hacia la mitad del siglo XVIII, momento
clave en el que arranca con fuerza la ganadería, y empieza a ser conocida a
escala nacional, dejando ahí el relato familiar que aunque interesante, no es
relevante para la intención y objeto de este trabajo, pues solo pretendemos demostrar la antigüedad en el inicio de la
ganadería, para testimoniar en línea con
la idea, que se trata sin duda de una de las Castas Fundacionales.
Para documentarse
debidamente sobre la ganadería y sobre la vida de los Sánchez-Jijón, así como de los numerosos acontecimientos surgidos
entre ambos hermanos, pueden consultar el espléndido trabajo de D. Luis Villalobos Villalobos, que no
puede estar entre nosotros por haber fallecido, titulado “Los Toros Jijones en la Historia”,
donde se ofrecen profusión de datos y detalles de sus vidas y hacienda, de
donde hemos obtenido la gran mayoría de la información que para el caso, hemos
precisado utilizar. En lo referente a
la genealogía, nos hemos asesorado del magnifico libro de E. Gonzalo García de
Castro, así como los extraordinarios
trabajos de Joaquín Monfil, publicados
en la revista Terralia, estos últimos muy conocidos de ustedes.
Es necesario tener
en cuenta, que los toros de la época a que nos estamos refiriendo, eran
destinados solo para festejos de toreo a caballo, o “funciones de toros y cañas” como eran conocidos, con la
finalidad de poder demostrar la destreza
y habilidad de los caballeros participantes, tan solo auxiliados por algunos
mozos de a pie, que en casos especiales, se les permitía hacer algún quiebro o
rasgo de valor, principalmente cuando los nobles caballeros habían dado por
concluida su actuación.
Una vez situada la
ganadería hacia la mitad del siglo XVIII como antes decimos, el paso siguiente
es seguir afianzando la postura que pretendemos, y para ello, nada mejor que
continuar relatando festejos de los que tenemos noticias que actuaron toros “Jijones”. En este sentido debemos decir que los
primeros festejos Reales de que se tienen noticias documentadas con toros
procedentes de ganaderos ya establecidos
y no simples abastecedores de toros,
fue el 13 de Octubre de 1746, en corrida celebrada con motivo de la exaltación
al trono del Rey Fernando VI, festejo en el que actuaron toros “Jijones”. Fíjense en las fechas en que habían llegado
los “Jijones” a la Corte, si es que no aparece documentación anterior.
Siguiendo con los
datos históricos, nos dice Cossío, que la presentación de los Hermanos Jijón en Madrid, debió ser
anterior a 1765, pero lo da como avance de opinión sin precisar fecha, por lo
que visto lo anterior, bien puede encajar con el festejo antes comentado o alguno otro similar. En cuanto a la presentación en Madrid
de don Miguel Sebastian en solitario, precisamente en época de pelea entre ambos hermanos, aunque
tampoco la fija Cossío con exactitud, la sitúa anterior a 1775 sin dar apenas
detalles. Pero lo que sí se conoce con certeza, es la fecha de
presentación de los toros en Sevilla, con la clásica divisa encarnada
que los distinguía y caracterizaba.
Esta tuvo lugar en el año 1784, siendo estoqueados a pie, por los
toreros locales Pepe-Hillo, Manuel López
y Juan Garcés.
Otro dato
importante a tener muy en cuenta, está recogido en el magnifico libro de Rafael
Zaldivar “El Cartel Taurino”, de la colección Tauromaquia, de la Editorial
Espasa-Calpe, en su página 115, figura la reproducción de un cartel para
corrida a celebrar en la Plaza de Toros del Real sitio de Aranjuez, el viernes
19 de Junio de 1772. Del total de 13
toros, los cuatro primeros que figuran, (lo copio literal) “son de la acreditada bacada de Don Miguel
Gijón, con divisa encarnada”, y después sigue el resto de vacadas.
En este mismo libro
y en su página 117, también figura la reproducción de otros dos carteles de
corridas que se celebraron en Madrid; la primera el 3 de Septiembre de 1787 y la
otra, el 16 de Abril de 1792, con lo que tenemos suficientemente demostrada la
antigüedad, con la constatación documental.
De la lectura del cartel del año 1792, llama la atención que las
ganaderías que componen el festejo, son todas de la provincia de Ciudad Real,
con el siguiente tenor literal:
Seis de la bacada de D. Miguel Gijón,
con divisa encarnada: Quatro de la de D. Hermenegildo Díaz Hidalgo, vecino de
Villarrubia de los Ojos de Guadiana, con blanca, y los quatro restantes, de la
de D. Francisco de Paula Marañon de Alcázar de San Juan, con verde.
Otro de los
conocidos estudiosos avalado por un gran prestigio, es D. Filiberto Mira, que
en su obra “El Toro Bravo, Hierros y Encastes”, manifiesta de forma clara “que
las tres razas primigenias son; la navarra, la castellana y la andaluza, que
habrían de tener en Caparroso, Villarrubia de los Ojos y Utrera, sus capitales
más genuinas”. Sigue diciendo “que no
deben olvidarse los términos de: Colmenar Viejo, Aranjuez, Pedraja del Raso,
Oteros, Valdepeñas y Arcos de la Frontera, como tierras de vacas
fundacionales”.
Podría haber
aportado alguna cita mas o algún dato
más, no obstante, solo he pretendido que sea una pincelada, eso sí, lo
suficientemente gruesa para demostrar
bien a las claras, que la “Casta Jijona” es de las más antiguas, y por ello, debe volver a figurar por méritos propios entre las Castas
Fundacionales.
Visto cuanto
antecede, me ronda por la cabeza un
pensamiento al que no alcanzo a dar respuesta ¿qué mal debe haber cometido esta antigua y genuina ganadería, para que se la condene de forma
tan dura, y lo que es mas grave, durante toda una eternidad?. La respuesta no es nada fácil, pero lo que
sí esta claro es que fue de un plumazo,
o por mejor decir, de un “decretazo” si usamos esa tediosa palabra que tanto
usan los políticos, aunque particularmente no me guste. Y que conste que no es de recibo que el
posible argumento para su falta de inclusión, sea que ya no quedan vacas
“Jijonas”, pues ni aún eso se puede asegurar con exactitud, parece que quedaba
algo residual en Aleas. En ese sentido,
sería curioso observar como reaccionaríamos, si un buen día, de los libros de
texto o de Historia, desaparecieran por ejemplo “El Cid Campeador” o Cristóbal
Colon, so pretexto de que no quedan descendientes. Estoy seguro que pensaríamos que nos están
tomado el pelo.
Por ello, resulta
tremendamente sorprendente que como hábiles prestidigitadores, hayan conseguido
hacer desaparecer delante de nuestros propios ojos, todo el caudal que supone nada menos que el gran historial
de varios siglos que conforman la
ascendencia genética de los toros
“Jijones”, cuando esta claro que en épocas anteriores, ha sido la fuente o manantial, del que se sirvieron numerosas y prestigiadas ganaderías, que por
otro lado seria prolijo relatar sin cometer errores u omisiones e incluso en el
colmo, parece que también se debieron proveer de esta sangre ”Jijona”, vacadas tan importantes como alguna de las
Reales.
Por mas vueltas que
le doy, no me cabe en la cabeza que sin conocer los fundamentos de Derecho, en
los que en su día se basaron los iluminados componentes de la Comisión
Consultiva Nacional de Asuntos Taurinos (C.C.N.A.T.) encargados al parecer de asesorar en materia taurina al Ministerio
del Interior, con su decisión
propiciaron que se dictara sentencia, con la clara intención de
determinar fuera apartada la “casta Jijona” del disfrute de la visión
hipotética de la gloria (al estar incluida en las antiguas listas oficiosas,
que eran las que había) gloria de la que de antiguo venia disfrutando, con el
agravante añadido, de que dicha condena, - siempre
en sentido metafórico, - lleva implícita
la más grave de ignominia, por lo que en el acto cumbre de ejecución de
sentencia, (llámese R.D), se procede sin más miramientos, al lanzamiento (léase
de la ganadería) al infierno del
ostracismo y del no propiciado ni deseado olvido.
En consecuencia,
desde ahora en adelante, toda la documentación
que por un motivo o por otro se produzca o se genere sobre ese asunto,
como mapas, libros, genealogías etc. deberán estar necesariamente basados en
cuerpo de doctrina legal impartida por el inmisericorde R.D.
Llegados a este
punto, confiando que haya quedado suficientemente clara la antigüedad de la ganadería, no nos
queda otro camino que suplicar comprensión y clemencia a quien o a quienes corresponda.
Y para ese acto de suplica respetuosa aunque no exenta de firmeza, quiero
pensar que algo tendrá que decir el
pueblo de Villarrubia de los Ojos, que está pasando por el lamentable y
angustioso trance de ver como desaparece para siempre su nombre como pueblo unido desde hace muchos
años a su estirpe de sangre “Jijona” de la lista de Castas
Fundacionales; algo tendrán que decir los familiares que aún puedan quedar o
las personas que las representen, pues
pierden todo un legado valioso e irrepetible; algo tendrán que decir los
especialistas en el tema como son los Veterinarios, porque van a ser cómplices
callados de la perdida de todo un caudal genético muy difícil de recuperar,
algo tendrán que decir las Peñas Taurinas y las Federaciones que las amparan,
si en sus estatutos entre otras obligaciones, figura la de velar por la pureza
de la fiesta evitando las injusticias que contra ella se cometan; algo tendrán
que decir la Unión de Criadores y la
Asociación Nacional de Ganaderías, que tienen como misión entre otras, la de
proteger, cada uno en el ámbito de su dominio, contra los abusos y excesos de
la autoridad; algo deberían puntualizar y demostrar los documentalistas y
estudiosos, más informados y mejor preparados; algo tendrán que decir nuestras
Autoridades provinciales y Autonómicas de Castilla La Mancha con potestades en
la materia, ante tan descarado atropello de la razón, y por ultimo, algo tendrá
que decir y suficientemente explicar y razonar, quienes teniendo todos los
datos y los resortes del poder en su mano, dictan tan injusta e inmerecida
norma.
Basado en todo lo
que antecede, quiero dejar claro que este modesto trabajo, no pretende otra finalidad
que ser la campana,
que al golpear sobre ella, su sonido logre el prodigio de conseguir despertar conciencias dormidas o adormiladas, y que
ese sonido aunque triste, pero siempre sobrio y profundo, consiga el milagro de
remover y zarandear las entretelas del alma, para que oída la llamada de atención por todos, debidamente concienciados y en la
medida de nuestras posibilidades,
acudamos generosos y presurosos, sin
regatear esfuerzo ni sacrificio,
con intención de apagar los
rescoldos de la injusticia, tratando con ello de enderezar entuertos a que tan
acostumbrados estamos los manchegos de manera histórica.
Solo me queda decir
que espero desde ahora, se abra un debate tan amplio como sea posible y tener
así la oportunidad de que plumas más
autorizadas, ofrezcan su punto de vista en documentados, sesudos y
reflexivos trabajos que aporten más luz al caso, y que a su vez, pueda ser oído
por estamentos superiores con capacidad de decisión y con ello se pueda
alcanzar la finalidad principal
perseguida que no es otra que
conseguir “que vuelva el crédito
a su dueño”, en este caso a la acrisolada y legítima poseedora la “ Casta
Jijona”, sitio y lugar de donde nunca debió desaparecer. Muchas gracias.
Federico
Valero
Bibliografía mencionada:
El Tronco Jijón (29/29)
Epílogo a la raíz jijona y reflexiones finales Terralia. Número 53 de Octubre 2015https://www.terralia.com/terralias/view_report?magazine_report_id=366