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lunes, 30 de marzo de 2020

Federico Valero Cano, un defensor de la Casta Jijona y experto conocedor de la ganadería brava tradicional.


De Federico Valero Cano tengo referencias desde que se publicara en la revista Terralia el último capítulo, de los 29 que escribiera Joaquín Monfil, dedicados al Toro Jijón, en el número 53 correspondiente a octubre de 2005. Expresamente lo citaba en el epílogo dedicado a los ganaderos manchegos, como gran conocedor y defensor a ultranza de la Casta Jijona



Federico Valero Cano


En octubre de 2007 tras la fundación de la Iniciativa para la conservación del Toro Jijón, Yolanda Fernández Fernández-Cuesta (miembro de la Asociación El Toro de Madrid, Catedrática de Historia y una gran apasionada de la tauromaquia universal) que tuvo noticias de nuestra iniciativa, contactó conmigo para ofrecer su colaboración y apoyo. Yolanda me facilitó el contacto de Federico por considerarlo precursor de la defensa de la raza manchega de vacuno. Al poco tiempo nos pusimos al habla, desde entonces hemos mantenido conversaciones, algún encuentro, no tantos como nos gustaría, y siempre hemos querido estar cerca, ya que militamos en esa defensa de la Casta Jijona.

Entre los muchos méritos que acreditan a Federico como defensor de la tauromaquia, se encuentra el de la lucha contra el olvido de la importancia de la tradición ganadera. El problema no es que se abandonen las tradiciones, es que decaigan sus defensores. 

Para nuestra iniciativa de conservación, resulta de interés perpetuar el conocimiento que nos han transmitido personas como Federico. 

Federico ha tenido a bien, compartir el texto de la conferencia que pronunció a la Asociación "El Toro de Madrid" el 22 de enero de 2003. También comparte una fotografía de dicho evento que publicamos seguidamente. Es todo un documento porque describe la causa que genera el olvido oficial al que se condena la variedad racial manchega e indaga sobre posibles soluciones. Esa causa oficial sigue en vigor, por lo que el clamor contra esa amnesia interesada para ciertos sectores, debe ser perseguida con la memoria permanente de la realidad que no debe olvidarse. 

Vaya por delante nuestro agradecimiento por todos estos años de acompañamiento y de interés y le animamos a que siga sus trabajos de investigación de la Tauromaquia.  

Sirva esta publicación como reconocimiento a la gran aportación que ha hecho Federico Valero Cano en la Defensa de la Casta Jijona. 

Manolo Zamora.

   


Conferencia pronunciada en Madrid, el 22-1-2003, a la Asociación “El Toro de Madrid”, 
en la Casa de Ceuta, c/ Londres, 43


Federico Valero Cano y Yolanda Fernández Fernández-Cuesta,enero 2003. 


Muy buenas noches, señoras y señores:

Quiero empezar parodiando a Lope de Vega, cuando decía aquello “Un soneto me manda hacer Violante. En mi vida me he visto en tal aprieto”, eso lo decía con ocasión  del encargo que le hiciera   una dama, al parecer de buen ver, para que le  escribiera una poesía.
Pues a mi me pasa algo parecido. Una charla   me piden los amigos de la “Asociación el Toro de Madrid” y en esa misma idea,  como charla entre amigos que comparten una misma afición acepto, aunque justo es reconocerlo, vaya aprieto en que me habéis metido.    Debo honradamente advertir, que ignoro  las virtudes que  se me atribuyen, o el  simple motivo por el que he sido  elegido.  Desde luego no soy un gran orador, ni un gran escritor, ni tampoco un poeta inspirado o laureado, ni un investigador insigne, soy solo un aficionado.    Por otro lado, aunque no sea ya joven, tampoco soy lo suficientemente mayor como para tener grandes recuerdos o jugosas anécdotas sobre el amplio mundo de los toros que ofrecer al auditorio, aunque puedo afirmar, que a lo largo de mi vida si he presenciado numerosos espectáculos taurinos, pero no obstante, estoy aquí  esta noche, armado de valor,  en la grata compañía de todas y todos Vdes.,  miembros de esta Asociación, me consta que de reconocida solera taurina, acompañado gratamente  de familiares y amigos, cosa que agradezco de veras.

Por consiguiente, trataré de no defraudar a tan buena audiencia y, tras rezar en silencio  una breve  oración en imaginaria capilla, inicio el paseíllo debidamente desmonterado, como  corresponde al protocolo de ser nuevo en la plaza, haciéndome eco de aquella popular y taurina frase “Que Dios reparta suerte”, así que agarro con decisión la muleta  con la mano izquierda por el centro del hipotético estaquillador para dar naturales con la palabra, pocos para no cansar, siempre en corto y por derecho, sin utilizar el recurso del “pico”, con la muleta adelantada y planchada, enganchando la embestida por delante, y vaciándola por detrás de la cadera,  pues a tan docta audiencia no se le puede engañar utilizando faena  de aliño o de alivio, y  al final de la faena, si los méritos pretendidos no permiten premiarla con triunfo, entonces no tendré mas remedio que apelar a vuestra benevolencia para que al menos me permitáis dar una simbólica vuelta al ruedo, que en estas circunstancias y con tan docta audiencia, es todo un triunfo para mi,  os lo aseguro.
Una vez realizada esta breve introducción, voy a dar comienzo al motivo que nos ha reunido hoy aquí, que no es otro que formular todo un alegato que he titulado;



EN DEFENSA DE LA DEFENESTRADA CASTA DE  TOROS  “JIJONES”

Y comienza así:
En este complicado y variopinto mundo de los toros, surgen con demasiada frecuencia, hechos o noticias, que resultan difíciles de explicar, pero todavía resultan  más difíciles de comprender, pues ciertos acontecimientos que ocurren, en realidad se pergeñan  y desarrollan como alguien quiere que sea, y no como en lógica y estricta justicia debieran ser.   Decía Luigui Pirandello, que “la vida está  llena de infinidad de absurdos, que ni siquiera necesitan parecer verosímiles, para que puedan ser verdaderos”.

Viene todo esta a cuento, porque en el B.O.E. nº 38 de fecha 13-2-2001, se publica el Real Decreto 60/2001 del Ministerio del Interior, sobre Prototipo Racial de la Raza Bovina de Lidia.    De la lectura pausada de su normativa, se desprenden una serie de reflexiones concernientes a ciertas particularidades  en él  contenidas, que estimo  merecen un amplio comentario, algo que pretende este trabajo, siempre con el mejor criterio, pero desde luego sin perder el horizonte de fuerte alegato que lo motiva.

Para entrar en materia, es necesario manifestar que en ese R.D., se le da cobertura legal  a ciertas afirmaciones que creo son perfectamente opinables y discutibles, cuando no rebatibles, pero   vamos a centrarnos en una de esas afirmaciones, motivo de nuestra absoluta disconformidad.

En ese R.D. se citan en su Articulo 3, incluido dentro del Anexo I, las distintas castas que a su  criterio, han dado origen al actual toro de lidia.  Estas “castas fundacionales” y en el mismo orden en que aparecen, son: Cabrera, Gallardo, Navarra, Vazqueña y Vistahermosa. En el caso de Vistahermosa, también se detallan  los distintos encastes y líneas que lo conforman. 

Como claramente se puede apreciar, el R.D. introduce modificaciones sustanciales con respecto a la relación o nominación que de forma  tradicional, venia figurando de antiguo, pues de forma un tanto extraña,   se omite precisamente la Casta Jijona.

Es necesario dejar muy claro, que no tengo nada en contra de ninguna de las otras castas, pero en lo que no podemos estar de acuerdo, es en que resulte defenestrada y de forma Oficial, precisamente  la Casta Jijona,  que de antiguo  estaba reconocida  y tácitamente aceptada  por todos los estamentos que entienden en el tema, y nos parece un ultraje, acompañado de humillación y menosprecio, no solo a la Casta Jijona, sino incluso a la propia provincia, y por ende, a la propia  Comunidad Autónoma.

Y digo esto, porque si analizamos las zonas, o mejor aún, las Comunidades Autónomas donde ya desde ahora y de manera oficial se sitúan y reunifican las ganaderías de “castas fundacionales”, se aprecia un claro desequilibrio en favor de alguna con respecto a otra, por decirlo mas claro, se fortalece y encumbra una comarca, mientras   otra – la nuestra - que además estaba ahí, se la baja del pedestal y se la envía de un plumazo, al mayor de los ostracismos y de los olvidos.  

Es cierto que la cría del toro de lidia en su origen, no tuvo en toda España la misma implantación ni desarrollo, pero de eso a limitarlo solo a la zona sur de Andalucía y a Navarra, resulta excesivo a todas luces, parece mas una burla que la cruda realidad.   Olvidar a los toros Jijones, a todo el campo  Salmantino, a los de la Sierra Madrileña, a los vallisoletanos de Raso del Portillo e incluso a ganaderías de Jaén, parece desprender un cierto hedor que resulta difícil de respirar.

Es algo impensable, que con la cantidad de festejos celebrados en el siglo XVIII en la Villa y Corte, dándose la circunstancia de que en casi todos los casos se utilizaban en esos festejos, un superior numero  de toros que ahora, y dada la cantidad de problemas e inconvenientes que representaba su transporte,  que todos los animales procedieran de la baja Andalucía, bien de las vacadas sevillanas de Cabrera, Vázquez, Vistahermosa, de la gaditana Gallardo,  o por el contrario de origen Navarro, en principio, parece mas una broma que la triste realidad.

Pero como en este caso, resulta que la obviada, destronada y humillada es la Casta Jijona, voy a tratar de demostrar  con los escasos medios de que dispongo, poniendo mas voluntad que  acierto en el empeño y contando claro está con mis  propias limitaciones,  pero eso si, poniendo el corazón en ello y tratando de arrojar luz y poner orden, en el error o la injusticia que desde mi punto de vista, arbitrariamente se comete.

Es generalmente aceptado por los tratadistas consultados, que las ganaderías que se formaron para  criar toros bravos, no se empiezan realmente a organizar hasta bien entrado el siglo XVIII. En el siglo XVII, se pueden encontrar numerosas referencias de festejos taurinos, pero  en esas épocas, existían los “abastecedores de toros”, que eran normalmente carniceros que compraban toros para carne, y los  más agresivos que conseguían, los guardaban y  ofrecían para  esta clase de espectáculos taurinos.

Sobre esas fechas, se empiezan a obtener con cuentagotas y con cierta garantía de veracidad, datos y noticias sobre la formación, composición e incluso selección de ganaderías,  pues comienzan a proliferar esta clase de espectáculos.    En el año 1776, don José Daza, se irroga la autoridad suficiente para empezar a acuñar las características tipológicas de cada una de las castas, y según parece,  con tantas dotes de acierto, que  ha servido de base para la actual configuración, claro está, hasta la aparición del famoso R.D. que en parte lo modifica.

Nos dice Cossio, que “la ganadería de Jijón, natural de Villarrubia de los Ojos del Guadiana (C-Real), ya existía  en poder de la familia en el siglo XVII, pero la extensión de su fama a todas las plazas de España, data del siglo XVIII, cuando don Miguel Jijón  en 1786 le da impulso. Tal fue su popularidad, que “Jijones” se llamaron  los toros que competían ventajosamente con las castas andaluzas, y “Jijona” la pinta colorada encendida, que era característica de ella”, términos también adoptados  por el famoso cronista Antonio Peña y Goñi.

Pero demos un paseo por  la raíz del tronco inicial de los Jijón. Según los trabajos que están a mi alcance y he podido consultar, ya en 1598 a don Juan Sanchez-Jijón y Salcedo,  se le conocían reses propias.   En 1630, le sucede su hijo don Juan Sanchez-Jijón y Cervantes. Desde esas fechas no se encuentran o por lo menos yo no he podido  encontrar noticias hasta 1684, año en el que aparece el nombre de Dª. Isabel Jijón-Gonzalez y Ortega, hija según parece, de don Pedro Jijón-Gonzalez y de Dª. María Ortega Mora.

 En  1693 se pueden encontrar los nombres de Juan  y  José Sánchez-Jijón y Salcedo, al parecer, hijos de Dª. Isabel.  De los dos hermanos citados, uno de ellos concretamente don  José, en el año 1724, aún no siendo tan joven pues contaba 45 años de edad, se encarga de perpetuar la especie y contrae matrimonio con la joven de Consuegra, Josefa de Torres y Valdés, que cuenta con tan solo  20 años.    El 25 de Julio de 1725, y tras feliz parto, da a luz un niño al que bautizan con el nombre de José Antonio Pantaleon Sánchez-Jijón Torres.   En  siguientes años, este mismo matrimonio, traería al mundo otros tres hijos más, a los que bautizarán con los nombres Gregoria,  Manuel y Miguel Sebastian.

El otro hermano  don Juan, fallecerá soltero a los 82 años, pero pervive a su hermano y tiene que actuar de tutor de sus sobrinos al fallecimiento de  don José, así que por ese motivo,  tendremos que volver a encontrarle en el relato.

Pero continuemos.   En el año 1734, fallecen de sarampión y en el espacio de pocos días, Gregoria y  Manuel. Pero como las desgracias no vienen solas, víctima  del contagioso mal de la viruela que azota el pueblo de Villarrubia, el 3 de Marzo de 1735, fallece la madre Dª. Josefa de Torres. Como consecuencia de su testamento, deja herederos  universales a sus hijos don José Antonio Pantaleón y don Miguel Sebastián  que quedan bajo la tutela de su padre.

Ocurre a veces, que el destino es terco, y en esta ocasión debía estar así escrito, porque poco tiempo duró la tutela paterna, pues el 1 de Junio de ese fatídico año para la familia, dejaba de existir el padre, don José Sanchez-Jijón.     A su fallecimiento, deja su herencia, y claro está los toros entre otros   bienes, a sus dos hijos, don José Antonio   y don Miguel, que en esa fecha, contaban respectivamente 10 años el mayor y 4 el menor, y quedan bajo la tutela de su tío don Juan, que aún continua soltero.    Como medida de prevención, queda debidamente estipulado que en el caso de que este faltare, deja nombrados en concepto de cotutores, a don Hermenegildo Díaz Hidalgo  de Villarrubia y a don Dionisio de Torres y Figueroa, de la vecina localidad de Tembleque.

Por el inventario que con tal motivo se levanta, tenemos conocimiento y constancia de la composición de la ganadería, que en ese año de 1736,   es la siguiente:

                   Vacas                                                223
                   Toros (49 toros, 30 utreros, 30 erales)  109
                   Cabestros                                              7
                   Eralas                                                  30   

                   Total cabezas                                      369

Puede decirse casi con toda seguridad, que el inventario precedente es el más antiguo y fidedigno que se conoce en toda la historia de las ganaderías fundacionales españolas.

Durante el tiempo que ambos hermanos estuvieron bajo la tutela de su tío don Juan, eran todavía unos niños y como todos los niños tanto don José Antonio como don Miguel,  ese tiempo lo dedican a completar su formación cultural y personal.
 
El día 8 de Abril de 1743, es decir, 7 años después, fallece su tío don Juan Sánchez-Jijón, y con ese luctuoso motivo, los cotutores  no tienen mas remedio que empezar a ejercer la tutela.    En presencia del Notario y abierto el testamento, deja instituidos por herederos a sus dos sobrinos.    Como consecuencia el trabajo que de forma inmediata tiene que hacer los cotutores consiste en realizar  las providencias correspondientes de la herencia, y entre ellas, un nuevo inventario actualizado con miras a efectuar las hijuelas, para  la partición del cuantioso  legado, inventario que se efectúa en el mes de Mayo de ese mismo año y que arroja el siguiente resultado:

                   Vacas (de dos años arriba)                   300
                   Toros (de eral para arriba)                    140
                   Bueyes, incluidos las guías                      16

                   Total cabezas                                      456

De la simple comparación  de cifras, se desprende que la vacada se ha incrementado en 87 cabezas, y de ese aumento, 77 corresponden a  vacas de vientre,  en tan solo 7 años, y además va siendo famosa la ganadería.

Como dato curiosos, creo conveniente dar a conocer la valoración que se les dio a los animales que componían la ganadería,  valores que fueron los siguientes.   Las vacas se tasaron “unas con otras”, en 200 reales; los toros en 300 y los bueyes en 400. Comprobada y comparada con  la valoración que se había dado en el año 1736, resulta ser coincidente, lo que nos viene a decir que por entonces la palabra inflación no se conocía y por consiguiente, el coste de la vida puede considerarse que estaba prácticamente estabilizado, y los precios, se movían bastante menos que ahora.

Los cotutores, además de administrar la hacienda, miran por el porvenir de sus protegidos, y en ese sentido hacen las gestiones oportunas,  para que don José Antonio, aún siendo todavía niño, ingrese en la Orden Militar de Calatrava, como Caballero profeso.    Ese simple acto, lo que consigue en realidad, es fomentar e incentivar  de manera inconsciente su orgullo personal,  lo que traerá consigo crear un complejo de inferioridad en su propio hermano don Miguel, y esa  no pretendida situación, trasciende al pueblo, y creará insalvables problemas entre ambos.

La idea en principio era seguir con los numerosos juicios, recursos  y disputas que tuvieron durante casi toda su vida tanto don José Antonio Pantaleon como don Miguel Sebastian que, por otro lado fueron durante un tiempo  los grandes  impulsores de la ganadería, pero me temo que sean demasiadas fechas y demasiados nombre y pueden cansar, cosa que no pretendo, por consiguiente daremos un pequeño salto para situarnos hacia la mitad del siglo XVIII, momento clave en el que arranca con fuerza la ganadería, y empieza a ser conocida a escala nacional, dejando ahí el relato familiar que aunque interesante, no es relevante para la intención y objeto de este trabajo,  pues solo pretendemos demostrar  la antigüedad en el inicio de la ganadería,  para testimoniar en línea con la idea, que se trata sin duda de una de las Castas Fundacionales.

Para documentarse debidamente sobre la ganadería y sobre la vida de los Sánchez-Jijón, así como de los numerosos acontecimientos surgidos entre ambos hermanos, pueden consultar el espléndido trabajo de D. Luis Villalobos Villalobos, que no puede estar entre nosotros por haber fallecido, titulado Los Toros Jijones en la Historia, donde se ofrecen profusión de datos y detalles de sus vidas y hacienda, de donde hemos obtenido la gran mayoría de la información que para el caso, hemos precisado utilizar.     En lo referente a la genealogía, nos hemos asesorado del magnifico libro de E. Gonzalo García de Castro, así como los  extraordinarios trabajos  de Joaquín Monfil, publicados en la revista Terralia, estos últimos muy conocidos de ustedes.

Es necesario tener en cuenta, que los toros de la época a que nos estamos refiriendo, eran destinados solo para festejos de toreo a caballo, o “funciones  de toros y cañas” como eran conocidos, con la finalidad de poder  demostrar la destreza y habilidad de los caballeros participantes, tan solo auxiliados por algunos mozos de a pie, que en casos especiales, se les permitía hacer algún quiebro o rasgo de valor, principalmente cuando los nobles caballeros habían dado por concluida su actuación.

Una vez situada la ganadería hacia la mitad del siglo XVIII como antes decimos, el paso siguiente es seguir afianzando la postura que pretendemos, y para ello, nada mejor que continuar relatando festejos de los que tenemos noticias que actuaron  toros “Jijones”.    En este sentido debemos decir que los primeros festejos Reales de que se tienen noticias documentadas con toros procedentes de ganaderos ya establecidos  y no simples  abastecedores de toros, fue el 13 de Octubre de 1746, en corrida celebrada con motivo de la exaltación al trono del Rey Fernando VI, festejo en el que actuaron toros “Jijones”.   Fíjense en las fechas en que habían llegado los “Jijones” a la Corte, si es que no aparece documentación anterior.

Siguiendo con los datos históricos, nos dice Cossío, que la presentación de los Hermanos Jijón en Madrid, debió ser anterior a 1765, pero lo da como avance de opinión sin precisar fecha, por lo que visto lo anterior, bien puede encajar con el festejo  antes comentado o alguno otro similar.    En cuanto a la presentación en Madrid de  don Miguel Sebastian en solitario, precisamente en  época de pelea entre ambos hermanos, aunque tampoco la fija Cossío con exactitud, la sitúa anterior a 1775 sin dar apenas detalles.  Pero  lo que sí se conoce con certeza, es  la fecha de  presentación de los toros en Sevilla, con la clásica divisa encarnada que los distinguía y caracterizaba.    Esta tuvo lugar en el año 1784, siendo estoqueados  a pie, por los toreros locales Pepe-Hillo, Manuel López y Juan Garcés.

Otro dato importante a tener muy en cuenta, está recogido en el magnifico libro de Rafael Zaldivar “El Cartel Taurino”, de la colección Tauromaquia, de la Editorial Espasa-Calpe, en su página 115, figura la reproducción de un cartel para corrida a celebrar en la Plaza de Toros del Real sitio de Aranjuez, el viernes 19 de Junio de 1772.    Del total de 13 toros, los cuatro primeros que figuran, (lo copio literal) “son de la acreditada bacada de Don Miguel Gijón, con divisa encarnada”, y después sigue el resto de vacadas.



En este mismo libro y en su página 117, también figura la reproducción de otros dos carteles de corridas que se celebraron en Madrid; la primera el 3 de Septiembre de 1787 y la otra, el 16 de Abril de 1792, con lo que tenemos suficientemente demostrada la antigüedad, con la constatación documental.   De la lectura del cartel del año 1792, llama la atención que las ganaderías que componen el festejo, son todas de la provincia de Ciudad Real, con el siguiente tenor literal:
Seis de la bacada de D. Miguel Gijón, con divisa encarnada: Quatro de la de D. Hermenegildo Díaz Hidalgo, vecino de Villarrubia de los Ojos de Guadiana, con blanca, y los quatro restantes, de la de D. Francisco de Paula Marañon de Alcázar de San Juan, con verde.

Otro de los conocidos estudiosos avalado por un gran prestigio, es D. Filiberto Mira, que en su obra “El Toro Bravo, Hierros y Encastes”, manifiesta de forma clara “que las tres razas primigenias son; la navarra, la castellana y la andaluza, que habrían de tener en Caparroso, Villarrubia de los Ojos y Utrera, sus capitales más genuinas”.   Sigue diciendo “que no deben olvidarse los términos de: Colmenar Viejo, Aranjuez, Pedraja del Raso, Oteros, Valdepeñas y Arcos de la Frontera, como tierras de vacas fundacionales”. 

Podría haber aportado alguna cita mas  o algún dato más, no obstante, solo he pretendido que sea una pincelada, eso sí, lo suficientemente  gruesa para demostrar bien a las claras, que la “Casta Jijona” es de las más antiguas,  y por ello, debe volver a figurar  por méritos propios entre las Castas Fundacionales.

Visto cuanto antecede,  me ronda por la cabeza un pensamiento al que no alcanzo a dar respuesta ¿qué mal debe haber cometido  esta antigua y genuina  ganadería, para que se la condene de forma tan dura, y lo que es mas grave, durante toda una eternidad?.   La respuesta no es nada fácil, pero lo que sí esta claro es que fue  de un plumazo, o por mejor decir, de un “decretazo” si usamos esa tediosa palabra que tanto usan los políticos, aunque particularmente no me guste.   Y que conste que no es de recibo  que  el posible argumento para su falta de inclusión, sea que ya no quedan vacas “Jijonas”, pues ni aún eso se puede asegurar con exactitud, parece que quedaba algo residual en Aleas.   En ese sentido, sería curioso observar como reaccionaríamos, si un buen día, de los libros de texto o de Historia, desaparecieran por ejemplo “El Cid Campeador” o Cristóbal Colon, so pretexto de que no quedan descendientes.   Estoy seguro que pensaríamos que nos  están  tomado el pelo.       

Por ello, resulta tremendamente sorprendente que como hábiles prestidigitadores, hayan conseguido hacer desaparecer delante de nuestros propios ojos, todo el caudal  que supone nada menos que el gran historial de varios siglos que conforman  la ascendencia genética  de los toros “Jijones”, cuando esta claro que en épocas anteriores, ha sido la fuente o  manantial, del que se sirvieron  numerosas y prestigiadas ganaderías, que por otro lado seria prolijo relatar sin cometer errores u omisiones e incluso en el colmo, parece que también se debieron proveer de esta sangre ”Jijona”,   vacadas tan importantes como alguna de las Reales.

Por mas vueltas que le doy, no me cabe en la cabeza que sin conocer los fundamentos de Derecho, en los que en su día se basaron los iluminados componentes de la Comisión Consultiva Nacional de Asuntos Taurinos (C.C.N.A.T.) encargados al parecer  de asesorar en materia taurina al Ministerio del Interior, con su decisión  propiciaron que se dictara sentencia, con la clara intención de determinar fuera apartada la “casta Jijona” del disfrute de la visión hipotética de la gloria (al estar incluida en las antiguas listas oficiosas, que eran las que había) gloria de la que de antiguo venia disfrutando, con el agravante añadido, de que dicha condena, - siempre en sentido metafórico, - lleva implícita  la más grave de ignominia, por lo que en el acto cumbre de ejecución de sentencia, (llámese R.D), se procede sin más miramientos, al lanzamiento (léase de la ganadería) al infierno  del ostracismo y del no propiciado ni deseado olvido.

En consecuencia, desde ahora en adelante, toda la documentación  que por un motivo o por otro se produzca o se genere sobre ese asunto, como mapas, libros, genealogías etc. deberán estar necesariamente basados en cuerpo de doctrina legal impartida por el inmisericorde R.D.

Llegados a este punto, confiando que haya quedado suficientemente  clara la antigüedad de la ganadería, no nos queda otro camino que suplicar comprensión y clemencia a quien o a quienes  corresponda.   Y para ese acto de suplica respetuosa aunque no exenta de firmeza, quiero pensar que  algo tendrá que decir el pueblo de Villarrubia de los Ojos, que está pasando por el lamentable y angustioso trance de ver como desaparece para siempre  su nombre como pueblo unido desde hace muchos años  a su estirpe  de sangre “Jijona” de la lista de Castas Fundacionales; algo tendrán que decir los familiares que aún puedan quedar o las personas que las representen,  pues pierden todo un legado valioso e irrepetible; algo tendrán que decir los especialistas en el tema como son los Veterinarios, porque van a ser cómplices callados de la perdida de todo un caudal genético muy difícil de recuperar, algo tendrán que decir las Peñas Taurinas y las Federaciones que las amparan, si en sus estatutos entre otras obligaciones, figura la de velar por la pureza de la fiesta evitando las injusticias que contra ella se cometan; algo tendrán que decir la Unión de Criadores  y la Asociación Nacional de Ganaderías, que tienen como misión entre otras, la de proteger, cada uno en el ámbito de su dominio, contra los abusos y excesos de la autoridad; algo deberían puntualizar y demostrar los documentalistas y estudiosos, más informados y mejor preparados; algo tendrán que decir nuestras Autoridades provinciales y Autonómicas de Castilla La Mancha con potestades en la materia, ante tan descarado atropello de la razón, y por ultimo, algo tendrá que decir y suficientemente explicar y razonar, quienes teniendo todos los datos y los resortes del poder en su mano, dictan tan injusta e inmerecida norma.

Basado en todo lo que antecede, quiero dejar claro que este modesto trabajo, no pretende otra finalidad que  ser la  campana,  que al golpear sobre ella, su sonido logre  el prodigio de conseguir despertar  conciencias dormidas o adormiladas, y que ese  sonido aunque  triste, pero siempre  sobrio y profundo, consiga el milagro de remover y zarandear las entretelas del alma, para que oída  la llamada de atención por  todos, debidamente concienciados y en la medida  de nuestras posibilidades, acudamos generosos y presurosos,  sin regatear esfuerzo ni sacrificio,  con  intención de apagar los rescoldos de la injusticia, tratando con ello de enderezar entuertos a que tan acostumbrados estamos los manchegos de manera histórica.

Solo me queda decir que espero desde ahora, se abra un debate tan amplio como sea posible y tener así la oportunidad de que   plumas más autorizadas, ofrezcan su punto de vista en documentados, sesudos y reflexivos  trabajos que aporten más  luz al caso, y que a su vez, pueda ser oído por estamentos superiores con capacidad de decisión y con ello se pueda alcanzar la finalidad  principal perseguida que no es otra que   conseguir  “que vuelva el crédito a su dueño”, en este caso a la acrisolada y legítima poseedora la “ Casta Jijona”, sitio y lugar de donde nunca debió desaparecer. Muchas gracias.

                                                                                     Federico Valero

Bibliografía mencionada:
El Tronco Jijón (29/29)
Epílogo a la raíz jijona y reflexiones finales Terralia. Número 53 de Octubre 2015
https://www.terralia.com/terralias/view_report?magazine_report_id=366