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martes, 2 de septiembre de 2014

"EL RESPETABLE" se extingue, acobardado por los profesionales de los espectáculos taurinos.


Imagen con la definición "EL RESPETABLE" del diccionario María Moliner:
Fuente: Fichero general de la base de datos de la Real Academia de la Lengua Española. 

"EL RESPETABLE" se extingue, acobardado por los profesionales de los espectáculos taurinos. 

Siempre he pensado que los causantes de la desaparición de las variedades raciales de los animales que históricamente se han utilizado para espectáculos taurinos  son los propios profesionales de los espectáculos. 

Hoy el debate no está en si los profesionales acaban o no con la diversidad existente en los bóvidos ibéricos, que casi lo han hecho,  está en si también producen la extinción de los espectáculos taurinos. De momento el respeto de los profesionales por el público va desapareciendo. En su día, al público que asistía a un espectáculo se le llegó a llamar "el respetable", abreviatura de  "el respetable público". También es cierto que se ironizó con esta denominación.

Para ilustrar la pérdida del respeto de los profesionales taurinos por los espectadores ofrezco un testimonio. No me lo cuenta nadie, soy testigo directo de amenazas de un auxiliador al alguacil y a espectadores por su actuación anti reglamentaria. Tras la denuncia a la Polícia, presente en los hechos, se recomienda silencio y se procede a la identificación de los espectadores para garantizar su seguridad tras el espectáculo, según manifestaron los miembros de las Fuerzas y Cuerpos de Seguridad del Estado.   

Con estas actuaciones de los profesionales taurinos podemos concluir que para ellos el público importa poco, porque quien verdaderamente sufraga los espectáculos es nuestra Administración Pública. A ella se la hace subsidiaria de la decadencia de la, falazmente llamada tauromaquia. Los administradores públicos son conscientes de la notoriedad de este sector por estar asociado a determinadas identidades culturales. Ante el aparente arraigo de los ciudadanos a la asistencia tradicional a los espectáculos taurinos,  los gestores políticos de turno en el poder acceden gustosos a las pretensiones de los profesionales taurinos. Se genera un círculo de intereses entre las distintas administraciones y estos profesionales en el cual, lo que menos importa es el respeto por el espectador y mucho menos por la conservación de las variedades zoogenéticas existentes en los animales utilizados. Se llega a crear figuras como las declaraciones de Bienes de Interés Cultural con el ánimo de pasar a la historia cómo los blindadores de la organización de espectáculos taurinos.  Los intereses económicos de las actividades que permiten que se sigan organizando espectáculos están concentrados en muy pocas personas asociadas a reducidos grupos pero con gran capacidad de influencia política, lo que permite una protección pública del sector.    

La palabra espectáculo ha llegado tener ya el significado de lo que produce extrañeza o escándalo. La homogamia produce estos efectos. Ser espectador objetivo de un espectáculo taurino, sin estar dentro de un grupo cercano, se convierte en una actividad de riesgo. La cobardía se ha extendido entre los aficionados y a la gente le asusta estar en un tendido en el que el peligro no es que salte el toro, la perdición se genera al no mostrar complacencia con las actuaciones de los profesionales taurinos. Incitar a la petición de los trofeos por parte de las cuadrillas es una práctica habitual. Ser parte del público y no pedir trofeos inmerecidos produce señalamientos, indicar actuaciones anti reglamentarias puede ser invocado como incitación al escándalo público. Protestar por la desaparición de un tercio del espectáculo (el de varas, en el que presuntamente se mide la bravura del animal) es ya parte de la antigua tauromaquia en la que en las reseñas periodísticas se especificaban claramente y con todo detalle los pitos con su intensidad y hasta los silencios. 

          Parece muy lógico pensar que quien no se siente respetado abandone su afición de asistir a determinados eventos. Mantener la clientela y recuperar a los desencantados es muy sencillo si se les empieza a tratar con respeto. La nueva tauromaquia frente a la "tauromaquia amarilla" se debe diferenciar. Las verdaderas tradiciones evolucionan y se perpetúan si conservan su esencia. Los blindajes públicos de las antiguas tradiciones que sólo benefician a los que se lucran con la celebración de espectáculos, no son la solución. De momento a los profesionales les ha resultado más rentable fidelizar a las distintas administraciones que al público, en otros tiempos respetable.   

 Para ilustrar las contradicciones existentes en la celebración de espectáculos taurinos mostramos la imagen con el contenido que aparece en  un diario en el que se publica entrevista al presidente de una plaza de toros.
Pregunta al presidente: ¿Cree que uno de los problemas de esta plaza es que no existe una verdadera afición consolidada y que sigue siendo una plaza que asocia los toros a las fiestas, y por ello acusa cierto triunfalismo?.
Respuesta del presidente: Estoy de acuerdo.

Todo esto al hilo del excesivo afán de solicitar trofeos inmerecidos de los profesionales taurinos que intervienen en un espectáculo y de la concesión injustificada de estos trofeos y cómo esto termina siendo un elemento que perjudica la historia de una plaza. 
Profesional taurino amenazando a un miembro del respetable público. Imagen con efecto tiza y carbón de Microsoft Photo Editor. Esperemos que esta conducta y gestos no se conviertan en una prototípica estampa taurina.  

Imagen de la portada de la revista Palmas y Pitos de 1913. Fuente de la imagen y de la información: Hemeroteca Digital
La revista contó con un buen número de corresponsales literarios y fotográficos de provincias, así como en México, a los que el director les exigió que, ante el descrédito que estaba sufriendo la prensa taurina, sus reseñas fueran breves y concisas, además de veraces e imparciales. El título hace alusión a dos de las formas de evaluar la actuación de lo s profesionales taurinos por su intervención en un espectáculo. 



Basándose en modelos económicos y análisis econométricos, la presente obra estudia los fundamentos del mercado laboral taurino a partir de la clasificación denominada «escalafón», que se utiliza desde antiguo en el mundo de la tauromaquia para jerarquizar la importancia de sus distintos actores. A lo largo de cinco capítulos, se examina tanto la información que aporta este ranking como la que oculta, completándose con clasificaciones alternativas que contemplan otros criterios.

Algunos resultados del festejo que computan para medir la posición en el escalafón (Según RAE:Lista de los individuos de una corporación, clasificados según su grado, antigüedad, méritos, etc.) de un espectáculo utilizados en este libro: Cogido, herido, Gran bronca, Bronca, Bronca al saludar, Pitos, Leves pitos, Algunos pitos, Pitos y palmitas, División, Leve división, Ligera división, División al saludar, Silencio, Silencio tras leve petición, Silencio tras petición, Palmitas, Palmas tras ligera petición, Aplausos, Saludos, Ovación provocada por el torero, Ovación, Ovación tras leve petición, Ovación con ligera petición, Ovación tras petición y bronca a la presidencia, Ovación tras fuerte petición, Ovación tras mayoritaria petición, Ovación tras mayoritaria petición, Gran ovación con algunos pitos...

La pregunta es si los resultados del festejo son objetivos o inducidos por los propios profesionales. Conociendo la importancia del escalafón para los profesionales es evidente que necesitarían de una regulación dónde imperara la neutralidad e imparcialidad en la concesión de méritos y se persiguieran la consecución ilícita de trofeos.